domingo, 30 de noviembre de 2008

La número 5


Nunca las tardes fueron tan cortas, el aire tan limpio y la risa tan sonora.

Parecía mentira pero era salir a jugar y al poco tiempo ya se sentía el grito de mamá…¡¡¡a tomar la leche!!!!...Pero si no hacia ni media horita que habíamos salido.

Que infancia hermosa!!!...La pelota de cuero de Carlitos....pesaba como cinco kilos...una Cubilla de cuero cosido,…que hermosa!!!.

Cuando su padre don Santiago se la trajo de Montevideo…nos reunimos todos a contemplarla…hasta tenia olor a cuero...parecido al de los Incalcuer cuando nuevos…todos la queríamos tocar un poquito y pasaba de mano en mano bajo la mirada vigilante de su dueño…la veíamos grande, y pesada pero nada que no pudiéramos dominar después de nuestras pelotas de goma o trapo.

Se inició el picadito y la tarde sigue avanzando, la pelota rueda que rueda en nuestros pies, parece increíble pero hasta la pateábamos con cuidado, el juego se pone fuerte, comienza a llover mansamente sin que nos inmutemos…la número cinco a esta altura entre el agua y el barro pesa como un balde de arena, cabecearla y terminar sentado de culo en el suelo es una sola acción, los tobillos colorados de trancar y algún dedo torcido de los “descalzos” van bajándole énfasis al partido, el foco de la plaza ya esta encendido…la lluvia detiene su caída para dar paso a las primeras estrellas.

Se siente la voz de la mamá de Carlitos-…”Venia a bañarte que ya es tarde y todavía no hiciste los deberes”...para terminar el partido tiene que sonar mas de una vez esa frase hasta que don Santiago dice ...¡¡¡Carlitos adentro!!! ...Y ahí si se termina el partido.

La número cinco bajo el brazo de Carlitos embarrada, mojada y golpeada por soñadores que ya se ven en el escenario mayor sintiendo el rugir de la hinchada vitoreando sus nombres.

Esa noche me costo mucho dormirme, me veía en lejanos países con mi camiseta celeste y la mano en el corazón mientras cantaba el himno nacional…así me dormí…solo sentí el roce de la sábana cuando mamá me tapó hasta el cuello.


El Divagante

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